Miedo a hablar en público: ¿por qué es tan importante la voz?

  • catodia 

Todos hemos sentido alguna vez esa sensación de pánico absoluto que te recorre el cuerpo y te paraliza cuando tienes que hablar en público. Nos hemos hecho cada vez más pequeños a medida que nos acercábamos al atril o al micrófono y la gente que estaba sentada delante de nosotros se hacía más y más grande. 

¿Por qué algo que aprendemos en nuestro primer año de vida nos provoca tanto terror?

 

La comunicación es la forma en la que nos relacionamos con el mundo, a través de ella decimos a nuestro entorno quiénes somos, nuestras preocupaciones, deseos, miedos… Nuestros pensamientos y creencias determinan cómo nos comunicamos y cómo recibimos la información que nos llega de nuestro entorno.

¿Por qué nos cuesta tanto comunicar?

Este intercambio se produce a través del lenguaje, el instrumento mediante el cuál controlamos la comunicación verbal. Fluidez verbal, elocuencia, concisión, ritmo, tono, pausas… todos ellos son fundamentales para conseguir una buena oratoria a la hora de hablar en público y ofrecer la mejor imagen de uno mismo.

El intercambio perfecto sería aquel en el que lo que sentimos es lo que recibe nuestro receptor pero todos sabemos que esta situación no se da tan a menudo como querríamos… Sobre todo cuando tenemos que hablar delante de un público al que no conocemos. Muchas veces no somos conscientes de que lo que sentimos y creemos tiene poco que ver con lo que estamos transmitiendo. O peor aún, lo sabemos pero no somos capaces de hacer nada al respecto.

¿Qué diferencia hay entre hablar y comunicar?

Aunque lo que los demás piensen de nosotros está fuera de nuestro control, saber el efecto que provoca nuestro discurso es el primer paso para igualar nuestras ideas y su recepción. Ser conscientes de que hacemos una pausa o cambiamos el ritmo porque queremos provocar una determinada sensación, o controlamos los cambios de tono y de volumen para mantener con éxito el interés de los que nos escuchan nos aporta seguridad y hace que nuestro discurso tenga el efecto deseado.

El gran problema de hablar en público es el miedo a ser juzgados y etiquetados. Estemiedo desemboca en ansiedad y hace que nos paralicemos y no podamos transmitir nuestras ideas con claridad. Cuando quitamos esta ansiedad mejoramos nuestra destreza y capacidad de comunicarnos, aumentando nuestra autoestima e inteligencia emocional.

No importa lo buena que sea tu idea si nos sabes cómo conseguir que alguien se interese por ella.  Conocer a nuestro interlocutor, ser capaces de apreciar cuándo empezamos a perderle y saber cómo recuperar su atención marcan la diferencia entre alguien que habla y alguien que comunica. Un buen comunicador no es el que más conocimientos tiene, sino aquel que, además de disponer de esos conocimientos, tiene las herramientas necesarias para ser persuasivo, expresar sus ideas con soltura y despertar el entusiasmo adecuado en el momento oportuno. 

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